Estábamos los tres sentados en el sofá azul frente al televisor.
Un sofá frente al otro se unían y nuestras piernas se entrecruzaban al otro lado del sillón verde mientras fingíamos ver la película, cada uno miraba a distintos sitios. Yo miraba los tenis rojos antiguos y viejos que estaban debajo de la cama del cuarto de al lado. Él miraba a través de la abertura de la cortina roja de la ventana de enfrente ¿o miraba solo la cortina roja de enfrente?
Ella miraba el pantalón de A, tenía una mancha de catsup justo en la ojalera.
-Basta de rojo, dije y todo mundo entendió de lo que estaba hablando, desviaron las miradas, se enderezaron como queriendo levantarse y se tallaron los ojos al unísono. Sentí como rechinaban los ojos de M, era como hincar los dientes en un globo inflado.
Yo sabia la historia de A y M, y no era gran cosa que yo lo supiera o que incluso, el vecino lo supiera, solo era cuestión de crear una serie de imágenes en la mente a la par de los sonidos que irrumpieron la noche que debió haber sido silenciosa.
Y ahí estaba yo desnuda, en la cama, sola imaginado la escena exagerada de lo que pasaba. Por un momento creí que mi imaginación era producto de mi condición, pero todas las dudas desaparecieron cuando un estruendo se escucho a mi derecha y la puerta se abrió tan rápido que parecía que la improvisada tranca nunca hubiera estado ahí.
Una imagen apareció ante mí por algunos microsegundos, él tenía su mano derecha en uno de sus senos y la otra en donde muchos dicen que la espalda pierde su nombre. Ah! Y sí. También estaban desnudos, salvo una tela que tenían enredada entre las piernas y que después descubrí que era una cortina roja.
La historia de los tenis rojos es muy corta, tan corta que apenas si la recuerdo, tan corta que apenas si recuerdo al tipo de los tenis rojos. La sucesión de hechos es así: aparecí desnuda en un cuarto, la tranca que debió haber estado detrás de la puerta apareció al otro extremo del pasillo que se dirige al baño, mis tenis negros desaparecieron y los tenis rojos de un desconocido aparecieron debajo de la cama en donde debería haber estado el portador.
No es muy difícil deducir lo sucedido, hay dos opciones: o se largó tan rápido que no distinguió el color de los tenis o el destino y él querían que nos viéramos de nuevo para intercambiar tenis. Yo voto por la primera.
Y lo de la mirada de M, perdida dentro del pantalón de A pues… solo queda decir que por lo menos alguien quería que una historia continuara.
Mi historia termina conmigo yendo a casa descalza.
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